¿Cómo responder al terrorismo yihadista en el Sahel?

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En un momento en que la estrategia militar está en revisión, aumentan las voces que apuestan por negociar con los terroristas

MADRID, 8 Dic. (EUROPA PRESS) –

La muerte de trece militares franceses en un accidente de helicóptero mientras perseguían a un grupo de yihadistas de Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS) en Malí ha puesto el foco sobre el Sahel, una región que a tenor de la creciente frecuencia con la que se suceden los ataques se ha convertido en el nuevo punto caliente del terrorismo islamista.

Las acciones de los grupos islamistas en Malí, Burkina Faso y el oeste de Níger se han duplicado desde 2015, con hasta 700 episodios de este tipo en 2019, según el ‘think tank’ Africa Center for Strategic Studies (ACSS). Como resultado, el número de víctimas mortales ha pasado de 225 en 2015 a las más de 2.000 que se han contabilizado este año.

Dos terceras partes de los actos de violencia en el Sahel central son obra de tan solo tres grupos: el ISGS que lidera Adnan Abú Walid al Saharaui; el Frente de Liberación de Macina (FLM) que encabeza Amadu Kufa y que se engloba en el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM, la alianza creada en 2017 en la zona y que incluye también a AQMI), y el grupo burkinés Ansarul Islam.

Hasta ahora, la respuesta a las acciones de estos grupos, principalmente la filial de Estado Islámico y la ‘katiba’ Macina de Kufa –que opera esencialmente en el centro de Malí–, ha sido en gran medida exclusivamente militar.

Así, a las operaciones de los ejércitos de los respectivos países se han sumado las acciones de la fuerza conjunta creada por el G5 Sahel –Malí, Níger, Chad, Mauritania y Burkina Faso– así como la operación ‘Barkhane’ lanzada por Francia en 2013 y dotada de 4.500 efectivos.

Sin embargo, el accidente del pasado 25 de noviembre ha abierto el debate tanto en Francia como en los países del Sahel sobre la necesidad de la operación antiterrorista gala. Desde hace tiempo, la presencia de tropas francesas es vista con recelo por los habitantes de la región, habida cuenta de que Francia es la antigua potencia colonial. Los continuados ataques han generado un creciente malestar y campañas de desprestigio y ‘fake news’ en las redes sociales.

MACRON PIDE ACLARACIONES A LOS LÍDERES DEL SAHEL

En este contexto, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha pedido revisar la estrategia, asegurando que “todas las opciones están abiertas”, lo que incluiría una eventual retirada, si bien no parece probable. Además, ha pedido a sus homólogos del G5 Sahel que le aclaren qué es exactamente lo que esperan de Francia, citándoles para el próximo 16 de diciembre en Pau.

“¿Desean nuestra presencia? ¿Nos necesitan? Quiero respuestas claras”, sostuvo Macron al anunciar el encuentro esta semana. Según el mandatario galo, Francia no está en el Sahel “con visos neocolonialistas imperialistas o fines económicos”. “Estamos allí por la seguridad colectiva de la región y la nuestra”, agregó Macron. Francia estaría trabajando en una eventual coalición para el Sahel, al que muchos en Europa ven como su frontera sur y temen que termine convirtiéndose en un nuevo refugio para los terroristas.

Entretanto, tanto Burkina Faso como Malí, los dos países más golpeados por las acciones de estos grupos, tratan de buscar la mejor vía para defenderse de los continuados ataques. Según el citado estudio del ACSS, los tres países del Sahel central han duplicado su presupuesto militar desde 2013, pasando del 5,4 por ciento del gasto público al 10,6 por ciento, con un total de unos 600 millones de dólares.

En el caso de Malí, el Gobierno de Ibrahim Boubacar Keita optó en noviembre por replegar a sus efectivos desde posiciones más aisladas a “centros de resistencia” tras un ataque que se saldó con 50 militares muertos. “Estamos en guerra”, sostuvo el mandatario.

Por su parte, en Burkina Faso, su presidente, Roch Marc Chistian Kaboré, ordenó en noviembre el reclutamiento de “voluntarios” para la “defensa” de las “zonas amenazadas” por los grupos terroristas, un día después de la muerte de 38 personas en un ataque contra un convoy de una empresa minera que llevaba escolta armada en el este del país.

GRUPOS DE AUTODEFENSA Y VIOLENCIA INTERCOMUNITARIA

Ante la psicosis generada por la presencia de los yihadistas, también han proliferado en ambos países los grupos de autodefensa. En el caso de Malí, el principal de ellos es Dan Na Ambassagou, una milicia integrada principalmente por miembros de la etnia dogon y cazadores tradicionales dozo, mientras que en Burkina Faso tiene su réplica en los koglweogos, grupos surgidos igualmente para defender a la población.

Estos grupos han sido responsables a su vez de ataques y matanzas contra la comunidad peul, a la que se tiende a identificar con los grupos yihadistas, ya que buena parte de sus milicianos proceden de esta etnia tradicionalmente nómada y dedicada al pastoreo.

Como resultado de ello y de los atropellos y abusos cometidos por las fuerzas de seguridad en la lucha antiterrorista, los países del Sahel han registrado en los últimos tiempos un aumento de la violencia intercomunitaria que se ha saldado con cientos de muertos.

Esta situación, unida a la pobreza, la falta de oportunidades y la ausencia del Estado en buena parte de las zonas en las que los yihadistas tienen su teatro de actuación, han generado un caldo de cultivo perfecto para que los terroristas no solo ganen terreno sino que recluten entre los jóvenes peul desencantados.

LA SOLUCIÓN NO PUEDE SER SOLO MILITAR

De ahí el que los expertos, pero también la ONU y las ONG que trabajan en la región, hayan venido advirtiendo de que la solución a esta crisis, que ha multiplicado por diez los desplazados internos en el último año hasta los 750.000 en los tres países, no puede ser solo militar.

Así, como destaca Pauline Le Roux en el mencionado informe del ACSS, ‘Respondiendo al aumento del extremismo violento en el Sahel’, “la mejora de las relaciones entre los civiles y las fuerzas de seguridad” en Malí y Burkina Faso tiene que ser una prioridad, igual que la protección de los líderes comunitarios, objetivo de los yihadistas al considerarles próximos a las autoridades o las fuerzas de seguridad.

También es necesario formar en materia de Derechos Humanos a los miembros de las fuerzas de seguridad, así como “reforzar la percepción de que la justicia es posible”, ya que ello permitirá restablecer igualmente la confianza en las autoridades. La justicia, incide Le Roux, no solo pasa por los responsables de la violencia sino también por funcionarios y efectivos corruptos que han cometido abusos.

¿NEGOCIAR CON LOS YIHADISTAS?

Pero también existe una vía alternativa para combatir el terrorismo, la negociación. Desde el International Crisis Group (ICG) ya preconizaron hace unos meses que esta podría ser una manera de rebajar la violencia en el centro de Malí, defendiendo negociar con el Frente de Liberación de Macina.

Su director para el Sahel, Jean-Hervé Jezequel, ha insistido en esta vía tras lo ocurrido a los militares franceses. Según él, para una lucha eficaz contra las “insurrecciones” en la región hace falta distinguir “los actores terroristas movidos por una agenda más global, que en último término son muy pocos, y la masa de insurgentes locales, que están movidos por motivaciones locales”.

En declaraciones a RFI, el experto sostiene que “la herramienta militar no permite distinguir bien” entre ambos de ahí el que apueste por ampliar “el grupo de personas con las que se puede hablar”. Según Jezequel, dentro de estos grupos, como el FLM de Kufa, hay miembros “dispuestas al diálogo” y cuya agenda es local. “Cuanto más esperemos, más se radicalizan las posiciones y menos será posible este tipo de diálogo político”.

Por ahora, el Gobierno de Malí ha mantenido públicamente su oposición a la negociación, pero distintos medios han desvelado contactos con Kufa en los últimos meses.

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