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Por Dr. Emboirik Ahmed
PUSL.- A menos de dos meses de cumplirse veinte y nueve años de la firma del Plan de Paz entre el Frente Polisario y el gobierno de Marruecos iniciado con la firma del alto al fuego entre ambas partes y que debía concluir, tras varias etapas, en una consulta al pueblo saharaui mediante un referéndum de autodeterminación donde se elegiría entre la opción de la independencia o la anexión a Marruecos, la mayoría de los analistas políticos conocedores del proceso constatan que las Naciones Unidas han fracasado en su cometido.
La actuación del Consejo de Seguridad y de la MINURSO ha estado presidida por la pasividad y la falta de firmeza para condenar a Marruecos por las continuas obstrucciones al proceso, permitiéndole todo tipo de violación de los compromisos adquiridos. Conscientes de la impunidad de sus actuaciones, se han atrevido a expulsar del territorio al componente civil de la misión onusiana.
Constatar la parálisis de las Naciones Unidas, y la falta de voluntad del Consejo de Seguridad en la solución del conflicto saharaui, exige una profunda reflexión por parte de la dirigencia política saharaui y un análisis crítico para revertir esta situación que frena y retrasa el camino a la independencia en su acción de colaboración activa con el ocupante, dando injustificadamente un poder político determinante al organismo internacional con graves implicaciones geopolíticas negativas para la causa saharaui a nivel general.
La Realpolitik no es una maldición divina que ha caído como una pesada losa sobre la cabeza del pueblo saharaui, sino una muestra desnuda de la intencionalidad de los actores que utilizan todos los medios, sin ningún tipo de consideraciones éticas, para imponer sus objetivos a través de la diplomacia la economía, las armas, el terrorismo, los aliados, las redes sociales, la corrupción… y las debilidades del adversario.
Todas estas cuestiones configuran un determinado escenario geopolítico que no depende de deseos o voluntades subjetivas, sino de un trabajo concreto de fortalecimiento de la fuerza propia y de alianzas idóneas para desequilibrar la balanza a favor o en contra de los contendientes.
Pero, la Realpolitik es el reflejo de una determinada correlación de fuerza que se ha construido en las dos últimas décadas, aprovechadas por Marruecos para bloquear iniciativas positivas y reconducir la situación en una dirección favorable a sus intereses, representados en el mantenimiento del statu quo en espera de crear condiciones futuras que le permitan desprenderse totalmente de sus compromisos, dejando al Frente Polisario en un erial político y en una absoluta desorientación estratégica. Frente a estas consideraciones, la parte saharaui puede imprimir una nueva dinámica para transformar, en gran medida, el escenario descrito. Para ello, se precisa realizar un análisis crítico global que permita entender con claridad porqué una fuerza que triunfó sobre un adversario y obligó al otro a parapetarse tras un muro, se encuentra en esta situación de incertidumbre en medio de una tela de araña diplomática que dificulta la acción e impide el avance.
La actitud crítica, nos permite visualizar, sin ningún tipo de complejos ni estigmatizaciones, vectores que configuran el universo político actual que no agotan la existencia ni las posibilidades. Debemos apelar a la imaginación, la astucia y la audacia que fue, no hace mucho, un signo de identidad del movimiento de liberación saharaui, más allá de concesiones políticas y congelación de logros y estructuras. Quien no se atreve a romper caminos impuestos, no puede encontrar nuevos senderos.
Para no correr peligros innecesarios, es prioritario descifrar e interpretar la correlación de fuerzas y sus distintas tendencias y variables a través de explorar de forma pormenorizada la estructura sobre la que se sostiene el poder marroquí y sus aliados, sin temer a una labor de introspección para identificar nuestras debilidades y posibilidades reales.
La MINURSO, se ha convertido en un observador pasivo que en la práctica legaliza la ocupación de nuestro país y el Consejo de Seguridad en un pilar importante de ese constructor llamado Realpolitik. Una política unidireccional tras la estela de las decisiones de estos organismos, solo sirve para mantener el statu quo como un camino de degradación de los derechos del pueblo saharaui para imponerle en el futuro una pseudo solución en el “sagrado” nombre de lo “posible”.
El poder marroquí y sus amigos, han creado un marco referencial propio a través de monopolizar el lenguaje, excluyendo y vaciando de contenido los términos que remitían a las grandes cuestiones políticas como “ derecho inalienable, situación colonial, pueblo, representante legítimo, derechos humanos”, suplantándolos por “ solución seria y creíble, mutuamente aceptable, partes interesadas, poblaciones, grupo de amigos…”Este nuevo espacio discursivo, cada vez más generalizado, es producto de una reflexión profunda de importantes laboratorios de pensamientos que buscan crear un nuevo marco identificativo que remita a los planteamientos del adversario para intentar crear una realidad diplomática paralela sin asidero en la legalidad internacional. Paradójicamente no es inusual, observar que algunos diplomáticos saharauis ven con naturalidad ese marco y ese discurso como una prueba de flexibilidad, pragmatismo y finura diplomática, argumentando y defendiendo con absoluta indiferencia y frialdad que el territorio está en litigio y es necesario un referéndum para conocer el estatus definitivo del mismo, sin, al parecer, percatarse que legitiman ese nuevo marco que se nos intenta imponer a cambio de la mención a un indefinido derecho a la auto determinación que en el camino pierde el apellido independencia. Cuarenta y siete años de lucha son el testimonio de la determinación del pueblo saharaui. El territorio no está en litigio, nos lo han robado. No podemos permitir que nos arrebatan el discurso.
La imposibilidad de debatir con la intelligencia marroquí, que califica a la monarquía dictatorial como poder legítimo y sagrado, no retrata a una intelectualidad ciega y estúpida, sino la naturaleza de un grupo atravesado transversalmente por el miedo y la corrupción a la búsqueda de un capital político simbólico legitimador que consideran pueden conseguir a la sombra del palacio. Preocupados por buscar argumentos que justifique su conducta, cierran los ojos y oídos a los lamentos de los oprimidos.
Mientras, en esta inacabable era de plomo, como un axioma eterno, los luchadores por la democracia y la libertad tienen como horizonte las cárceles y el exilio.
La desesperación majzeniana no excluye ningún ámbito como campo de batalla en su labor ideológica para imponer un pensamiento único. La religión que en Marruecos siempre ha estado al servicio del poder y ha sido un freno a la rebeldía de los excluidos, se ha convertido en un arma para apuntalar la política oficial atacando, desde las mezquitas, a sus hermanos de religión. Imanes, dirigidos por los servicios de seguridad, manipulan y violan los preceptos religiosos exhortando a los creyentes en las homilías (jotba) del viernes en países europeos a cumplir las órdenes del “emir de los creyentes”, en su deber de implicarse en la lucha contra el pueblo saharaui, convirtiéndose en actores políticos activos.
Las terribles e injustas condenas a los activistas y defensores de los derechos humanos por parte de la justicia alauita, teledirigida desde palacio, no solo es la expresión del odio que el sistema tiene a nuestro pueblo y nuestra causa, sino también una advertencia brutal ante cualquier tipo de empatía que pueda surgir desde el interior de Marruecos.
Es imperativo la estrecha vigilancia ante la banalización del discurso y la dispersión de las ideas que lo sostienen, sin excluir adaptarlas a los nuevos tiempos históricos, siempre conservando la esencia de nuestras reivindicaciones, evitando una deriva opaca que acerca peligrosamente a esa tierra de nadie posmoderna donde se diluyen las narraciones globales necesarias para ubicarnos en el mundo, máxime cuando peligra la existencia.
La construcción de la singularidad del proceso de liberación Nacional Saharaui, es producto de una dinámica social de larga duración, cuyas particularidades se sostienen sobre el sacrificio y la lucha, que lo convierte en una realidad incuestionable y un factor de poder capaz de destruir las alianzas que en su momento intentaron hacernos desaparecer como pueblo, y cambiar el mapa político regional. Los sacrificios del pueblo saharaui imposibilitaron esos planes.
No debemos perder de vista, en particular los jóvenes, que la sangre de nuestros hermanos y hermanas está sembrada desde la frontera de Senegal a Tan y Mhamid El Gazlan. Esto es demasiado serio para aceptar, en nombre de la moderación y la eterna voluntad de cooperación, imposiciones foráneas que no facilitan ni contribuyen a acortar el camino a la independencia
En tiempos de incertidumbre cualquier posicionamiento debe tener en consideración nuevos factores todavía no suficientemente valorados. Sin embargo, la actitud de las Naciones Unidas nos empuja perentoriamente a adueñarnos de la necesaria voluntad de poder para adoptar nuevas fórmulas que nos permita retomar con claridad la iniciativa de forma autónoma, donde la colaboración con ese organismo solo sea una más de nuestra acción global, empleando la mayor parte de nuestras energías en aspectos más transcendentales de nuestra acción.
Nuestras potencialidades deben encausarse a desandar ciertos senderos e interiorizar que se necesita más pueblo y menos Naciones Unidas. La solución no vendrá de Nueva York sino del territorio. La transformación solo puede nacer de una acción de fuerza en varias direcciones como medio para trastocar ese desequilibrio impuesto sobre premisas erróneas.
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