María, José y Jesús | POR UN SAHARA LIBRE .org

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PUSL.- María, José y Jesús son el símbolo anual de personas en busca de refugio, de calor, de solidaridad, de fraternidad. Símbolo también de que nuestra acción individual cuenta cuando damos abrigo, compartimos, no rechazamos al “otro”, al “extranjero”, al “pobre”, al que necesita ayuda. No a través de la caridad, sino a través de la solidaridad.

La solidaridad tiene muchas caras, se puede expresar de muchas formas y una de ellas es no aceptar políticas que conducen a pueblos enteros a necesitar “caridad” y “ayuda humanitaria”.

Te dejamos tres historias reales como prenda de Navidad, y esperamos que las compartas en un acto de solidaridad y como acción individual de denuncia y rechazo de la gran injusticia que imponemos al pueblo saharaui.

La embarazada

Ella no quiere ir al hospital. Las contracciones cada vez más fuertes le provocan los dolores que las madres tienen que soportar antes de traer al mundo otro ser que sale de la protección del vientre.

Suelma grita y llora, sabe que tiene que ir al hospital, pero también es consciente del peligro que eso conlleva. Las primas después de dar a luz en el hospital de El Aaiún nunca más pudieron quedar embarazadas. La vecina, como cada vez más saharauis, tuvo un bebé con parálisis cerebral.

Ella sabe que usan casi siempre unas cosas como “tenazas” para empujar de los bebés y que los partos de las saharauis implican muchas veces el “retraso” en la salida del bebé. Nada tiene que ver con la genética, las primas que viven en los campos de refugiados en Tinduf dicen que nada de esto sucede.

En el inicio del embarazo los médicos marroquíes le mandan hacer 3 RX pero ella no los hizo. El hospital es peligroso, todos los saharauis lo saben. Médicos y enfermeros del estado marroquí, están allí para defender la ocupación, no para tratar ni cuidar. Cuantos menos saharauis mejor para ellos.

Se dirige al coche rezando, rogando para que su bebé nazca sano.

El sin techo

Mohamed es identificado por la policía en París, no lo ven como refugiado, lo ven como un sin techo. No habla francés suficiente para explicar cómo y por qué llegó allí. Entró por España pero no hay trabajo en el país que es el responsable de la miseria y de la violencia a la que los saharauis están sujetos en los territorios ocupados, y al exilio forzado en los campos de refugiados en el sur de Argelia. Así llegó a Francia en busca de trabajo para alimentar a la familia, para sobrevivir.

No tiene papeles, sólo una nacionalidad impuesta por el ocupante marroquí. Una tarjeta de identidad con SH antes del número (SH de Sáhara Occidental).

Hace días que no come y el frío de París le provocó una infección pulmonar. A. policía le lleva a un centro.

¿A dónde lo enviaran?

La niña

Ayer la golpearon por no cantar el himno marroquí. Hoy tiene clases de historia, casi seguro que le van a golpear otra vez. Cuentan mentiras y quieren que ella las repita. No las va a repetir. El padre es preso político y no lo ve desde hace meses. La madre dice que está bien, pero ella sabe que no.

Los policías rondan la casa. La madre no tiene dinero para ir de compras. Todo es difícil. Todo es injusto.

Por la noche oyó a la tía decir que habían puesto veneno en la comida de los presos políticos, todos estaban enfermos decía ella.

La prisión está a cientos de kilómetros de El Aaiún, no va a poder visitar a su padre, no hay dinero.

Odia a los marroquíes, odia a los policías y militares que se pasean en las calles de El Aaiún y atacan las casas de los saharauis.

Sueña con ser una niña como en las películas, en una casa con sus padres y una sonrisa en la cara.

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